POR ÉPOCA TIEMPOS
ROMA—El congreso de la Sociedad Italiana de Trasplante de Órganos (SITO) concluyó en Siena, Italia, a fines de septiembre. Médicos y trabajadores profesionales compartieron con el público la realidad de un tema delicado. Por un lado, Italia es uno de los países médicos más avanzados del mundo, por otro lado, todavía hay poca información sobre el mercado de órganos ilegales, que florece en algunas regiones del mundo.
Los oradores que se turnaron en el escenario mostraron el mismo deseo: entregar un órgano a unos 9,000 pacientes en la lista de espera italiana. “Podríamos hacer más”, dijo el profesor Franco Citterio, presidente de SITO, durante una entrevista con La Gran Época. “Vemos que cuando la gente está informada, aumenta el número de donaciones”.
El profesor Citterio recordó el vigésimo aniversario de la muerte de Nicholas Green, el niño estadounidense de 20 años asesinado por error por la mafia en el sur de Italia. La decisión altruista de sus padres de donar sus órganos, salvando así a siete personas, fue ampliamente publicitada por los medios. Las cifras de donación aumentaron espectacularmente en Italia a partir de ese día, que alcanzó los 7 trasplantes en 2,841.
Además del acto desinteresado de la familia Green, el congreso expuso una realidad menos desinteresada: el tráfico de órganos regido por países en los que los presos ejecutados y los presos de conciencia son utilizados como un 'banco' para vender sus órganos en el mercado local o internacional.
Según SITO, cada año se realizan al menos 10,000 trasplantes ilegales con precios asombrosos: en China -donde el régimen controla los hospitales y el personal médico- un riñón puede valer 70,000 dólares. La extracción de órganos de los condenados a muerte es una práctica que va en contra de las normas éticas médicas. En octubre de 2012, el Asociación Médica Mundial ha dispuesto expresamente que “En las jurisdicciones donde se practique la pena de muerte, los presos ejecutados no podrán ser considerados como donantes de órganos y/o tejidos”.
“Conocemos la situación de China”, dijo el profesor Citterio, “[el país] ha sido sancionado por la Sociedad Internacional de Trasplantes. El gobierno chino hizo algunas declaraciones de que esto nunca volvería a suceder. De hecho, parece que no es así, y que se sigue implementando”.
En noviembre de 2013, China firmó la resolución de Hangzhou, que recibió elogios de la comunidad médica internacional, declarando poner fin a la sustracción de órganos de prisioneros ejecutados. Sin embargo, solo unos meses después, en marzo de 2014, los funcionarios chinos declararon que China continuará usando órganos de prisioneros y que los cuerpos se contabilizarán en un nuevo sistema computarizado para órganos.
“En China, los donantes son asesinados”, dijo la doctora Katerina Angelakopoulou, portavoz de la italiana DAFOH (Médicos Contra la Sustracción Forzada de Órganos). Esta asociación tiene como objetivo proteger la ética médica y fue fundada en 2007. DAFOH tuvo un stand en el congreso.
DAFOH está liderando una campaña internacional contra la sustracción forzada de órganos en China. Algunos médicos han decidido establecer la organización después de la investigación realizada en 2006 por el abogado de derechos humanos David Matas y el exsecretario de Estado canadiense David Kilgour. Publicaron un documento – “Cosecha sangrienta” – donde afirmaron que al menos 41,500 órganos forzados han sido extraídos entre 2000 y 2005, de practicantes vivos de Falun Gong, una disciplina meditativa perseguida por el régimen chino.
“Creo que la comunidad internacional debe condenar enérgicamente y ejercer presión contra esta actividad”, sugirió Franco Citterio, y agregó que en Italia hay una lista de espera promedio de dos años para un riñón, en China puede ser de 1 a 4 semanas.
En marzo de 2013, el Comité de Derechos Humanos del Senado italiano aprobó una resolución contra la sustracción forzada de órganos en China. Luego, se lanzó una coalición de parlamentarios italianos en unos dos meses. “Hay una docena de parlamentarios que tienen el deseo de cooperar a nivel internacional para detener esta práctica poco ética en China”, dijo el doctor Angelakopoulou.