por Ethan Gutmann – Senado de la República Checa, Praga
A partir de 2006, comencé a realizar extensas entrevistas con profesionales médicos chinos, personal encargado de hacer cumplir la ley y más de 50 refugiados de campos de trabajo para armar la siguiente cronología de cómo evolucionó la cosecha masiva de prisioneros de conciencia en China.
En 1994, las primeras operaciones de sustracción de órganos realizadas a prisioneros mientras aún estaban vivos se llevaron a cabo en los campos de ejecución de Xinjiang.
En 1997, los primeros presos de conciencia, los uigures, fueron capturados en pequeña escala en nombre de los cuadros del Partido envejecidos.
En 1999, la Seguridad del Estado chino lanzó su mayor acción desde la Revolución Cultural, la erradicación de Falun Gong.
En 2001, los hospitales militares chinos apuntaban sin ambigüedades a los prisioneros de Falun Gong para cosecharlos.
Para 2003, los tibetanos también estaban siendo atacados.
En 2004, la cosecha de Falun Gong explotó.
No puedo proporcionar un recuento de muertes para cristianos, uigures y tibetanos. Pero puedo calcular que 65,000 practicantes de Falun Gong fueron asesinados por sus órganos entre 2000 y 2008. La mayoría eran mujeres de mediana edad. Lo que no puedo calcular es el efecto en las familias de estas mujeres. Pero podemos adivinar. Y si nos preocupamos por esas familias, esta audiencia sigue a un año particularmente siniestro.
El invierno pasado vio el colapso fatal de dos años de compromiso médico occidental con las autoridades médicas chinas. La primavera trajo evidencia de que la cosecha masiva de Falun Gong se estaba acelerando. Fall trajo informes de que la policía china está tomando muestras de ADN y análisis de sangre consistentes con la compatibilidad de tejidos, no de Falun Gong en prisión, sino en sus hogares. Mi libro se publicó en agosto pasado, pero la historia aún se está escribiendo. Y Occidente ha hecho poco para cambiar la trayectoria de esa historia. Los primeros informes de que ISIS está cosechando seres humanos vivos surgieron la semana pasada. De hecho, cuando el mal no encuentra resistencia, seguramente se extenderá.
Así que estoy agradecido de estar en Praga, en un país que valora la verdad, un país que está dispuesto a hacer lo que otros consideran “imposible”. Y mi recomendación de política es bastante simple. Criminalizar el turismo de órganos. Si un ciudadano checo va a China y regresa con un nuevo órgano, debe ser encarcelado. Y hasta que las autoridades chinas rindan cuentas completas de este crimen contra la humanidad, ese es precisamente el modelo que le pido a la República Checa que siga.
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